lunes, noviembre 07, 2016

Donde viven los Muertos e invitan a pasar a los vivos.

 Mixquic
Donde viven los Muertos  e invitan a pasar a los vivos.



Dentro de lo que queda hoy en día del lago de Chalco, en lo que originalmente era una isla, se encuentra el Pueblo mágico de Mixquic, San Andrés Mixquic en la actualidad, este pueblo fue uno de los siete pueblos originarios de Tlahuac, y hagamos hincapié en el número siete, número mágico por excelencia, y es que este sitio, es en realidad "mágico". El pasado día de muertos, acudí a visitar esta localidad para vivir una fiesta Mexicana como pocas en el país, la travesía fue ardua pues aunque esta dentro de la ciudad de México el arribo al pueblo no es tan sencillo.

Uno llega a Tlahuac, y después de ese sitio, sigue camino hasta llegar a lo que comienzan los desecados restos del algo de Chalco y algunos canales que forman lagunas, es allí donde una valla, de vialidad color amarilla y negra vieja y una cabina de vigilancia te indican que estas llegando a Mixquic, esa definitivamente es el primer umbral, la primera advertencia de que ya no estás mas en México; lo siguiente del camino es un una vereda de tierra,. un camino adecuado para dos automóviles en contra flujo, a las orillas una arboleda que hace de muro señalando que la tierra acabo, porque al rededor estas pasando por los canales de lo que fue el lago de Chalco, por si fuera poco, un hombre viejo, caminaba por ese camino(¿carretera se podría llamar no se?) prendiendo fuego en latas grandes de lo que supongo alguna vez fueron envases de chiles, el caminaba lento con paso precisó, prendiendo fuego a esos latas para hacer de antorchas que iluminaban el camino un camino que en auto es de aproximadamente 20 o 25 minutos.


Aquella vista era impresionante un cielo semi estrellado, el agua reflejando la luz de las antorchas, el camino iluminado, los arboles y un aire frio, eran una mezcla de sensaciones que te invitaban a la aventura y te ponían de nervios porque sabes algo allí adelante sucede. bien pudo haber sido ese fuego, el cruce del agua y el viejo que encendía el fuego, el segundo umbral. Pero aquello fue poco, en realidad lo que te indicaba que casi llegabas y que te prepararas, era quien yo llame el guardián del umbral; había pocos autos circulando y los pocos que habían llevaban luces encendidas, la luz de las antorchas tenían buen fuego, aun así ese camino se miraba oscuro, y las luces indicaban el camino e invitaban a pasar, me preguntaba a quien; ¿a los vivos a los muertos? no lo sé con exactitud pienso que a ambos, lo que sí es memorable es esta figura que iba en ese camino no tan lejos de nosotros, enfrente que impedía avanzáramos mas, era un anciano, en una carrera jalada por un viejo caballo, creerlo o no era una sombra enorme que impedía uno caminara, hasta que él se postro a un lado del camino puede ver quién era y que era esa exactamente esa figura además pudimos seguir, ¿era acaso un guardián del umbral probándote si eras digno de entrar allí...? podría decirse que si,, porque después de ese incidente el camino fue mas rápido.




Acababa ese camino entre agua y arboles iluminados por el fuego, terminaba con una casa frente y un camino rumbo a la izquierda, un camino normal ya estábamos en el pueblo, en el legendario y mítico San Andrés Mixquic, si no fuera que recordé que los caminos hacia el oeste son los senderos que toman los muertos, no me hubiera emocionado tanto, y es que si el camino después de el umbral a Mixquic es hacia el oeste es decir a la izquierda, lo sabia en ese momento yo ya no estaba en el mundo de los vivos, por fortuna, cargo siempre conmigo, plata, obsidiana, un San Benito, espinas, pétalos de rosa de Castilla, y monedas viejas para pagar peaje. Yo estaba emocionado estaba listo.


Las calles de aquel pueblo se asemejaban bastante a las de cualquier colonia en la ciudad de México no una de esas nuevas colonias o barrios cosmopolitas, si no a una de las colonias que abundan tanto en la ciudad; tiendas, autos estacionados, casas etc. todo similar, pero todo estaba vacío, las calles iluminadas por la alumbrada publica, marcaban un espacio vacío, y el silencio inundaba después de varias vueltas en calles, estaba ya frente El templo y ex convento de San Andrés Apóstol de Mixquic, donde el ruido de la gente presente, los visitantes y locales, inundaba el sitio, puestos de comida , tiendas abiertas artesanías y la gente postrada en fila, para entrar al templo, casi como cuando andas en ese bosque oscuro y de pronto llegas a un vado dónde la luz de la luna te ilumina y te dice que todo está bien, ese templo cuasi al centro del pueblo te indicaba que estabas bien, que habías llegado y que era momento de disfrutar. 



Fue el ultimo umbral, la entada al templo, a ese atrio de la iglesia adornado con flores y velas, un camino de piedra resguardado a los costados por la tumbas de los difuntos, si porque el panteón en Mixquic esta en el atrio de la iglesia, la gente caminaba en dos filas la que entraba y la que salía, por allí gente calavera, otros turistas, gente local llevando flores y muchas velas, muchas flores de colores y ese inigualable olor a copal, que no se confunde en día de muertos. La facha de la iglesia es sobria, mucho, es perfecta, porque como todo, el encantó esta dentro, el bello templo, pequeño pero decorado suntuosamente con ángeles, arcángeles y querubines que se acomodan y juegan en las tres naves, en el coro, en la cúpula espigada. El templo es un prodigio de laminado en oro sobre todas estas figuras y otras más de santos y filigranas, maravillan, no es poco decir que allí habita las maravillas, porque en el fondo esta un Cristo, que es llamado el señor de las maravillas, pero esto no es todo, justo en el camino a la entrada a la iglesia esta una figura prehispánica de Mixquixtl, diosa de la vida y de la muerte, que por cierto, es posible que se le diera el nombre a este sitio por esa Diosa, pues es allí donde se encontró su efigie, aunque todos datan que Mixquic significa sitio del Mezquite, sea como sea, Mixquic no es una tierra de vivos, al menos ese noche no.

Al entrar a la iglesia un señor daba medallas de San Benito, a cambio de cualquier moneda, -yo pensé que era un detalle, regalarte por una moneda la medalla de protección contra el mal siempre se agradece- porque todos sabemos que no solo los ancestros llegan en estos días de umbrales abiertos, si no que otros muertos y seres malignos acechan, no está de más estar bien cuidado. Saliendo de la Iglesia sigues nuevamente a la "izquierda" de frente a la entrada de la iglesia o la derecha si estas de espaldas a ella, por un camino angosto donde la gente caminaba lenta y temeros, emocionados o maravilladlos, se podía ya ver, más bien dicho "oler", porque el incienso y el copal te anunciaban que estabas allí dónde los muertos descansan, lo siguiente era ver a lo lejos las veladoras y los colores de las flores, tenuemente iluminados por las velas en los sepulcros, la noche al menos en la tierra era de colores; rojos, naranjas y amarillos, con destellos de blanco, los sepulcros estaban adornados, la gente rezaba y estaba sentada junto a las tumbas de sus familiares, compartían la noche, como se cuenta debe ser, los turistas pasean entre las tumbas mirando algunos elogian el trabajo impresionante al decorar los sepulcros, la lluvia comenzó a crear una atmosfera nueva, lluvia ligera que apago algunas velas incito un olor particular, el olor de la cera, quemada, pero el copal y el incienso que estaba era más fuerte, la gente volvía encender la luz, yo tuve otro pensamiento; si no vaya a ser que sin luz nadie descanse esta noche.




 
La lluvia terminaba y el lodo estaba presente, -estaba en otro sitio en un reino de muertos pensaba emocionado-, mientras buscaba el osario, ese Tzompnatli, donde se fusionó el Tzompantli con el corazón flechado, el Tzompantli que sobrevive al el claustro, el templo que cobija a otro templo, pirámide de piedras que sobrevive en y ante el templo agustino, minutos de búsqueda entre, la gente, la viva y la muerte, estaba allí postrado en medio del cementerio, frente donde los lugareños comentaban "donde están las calaveras". 

Este Tzompantli, es una ofrenda a los ancestros, a los difuntos, adornado con osamentas y huesos de los muertos, de la gente que vive eternamente en ese panteón, es adornado con flores y frutas veladoras y dulces, es una alegoría a la vida y a la muerte.


-Es allí el punto máximo de esa velada- pensé, ya era hora de marcharse, después de escuchar los canticos, en el cementerio, las campanadas de la iglesia era momento de regresar, mucha mas gente llegaba eran alrededor de las 9 de la noche la tierra enlodada, muchas velas encendidas, mucha vida sobre las tumbas, era para tener una sonrisa de esperanza, una mueca melancólica, pero jamás de disgusto, ante tal arrebato de pasión frente los ancestros, al fin que esta era su fiesta. Metí mi mano a la bolsa de mi pantalón en búsqueda de tres monedas, las deje en una tumba, pagaba mi peaje, no mi entrada mi salida, después de varios minutos en una fila de gente, volví a estar en la calzada que conduce, a la salida del templo, de pronto ya estaba afuera del templo, pero aun seguía en Mixquic.

El recorrido por aquel pueblo, digo pueblo, porque el cementerio es aparte, otra realidad, duro un poco mas de 40 minutos buscar una merienda, porque uno no puede ir y aun pueblo y no comer, además había que compartir la comida con los muertos, en las calles del pueblo, las calles más cercanas al panteón, la fiesta estaba a lo grande en el palacio municipal desfilaban catrinas, niños pidiendo calaverita, música y un show de quien creó era Eugenia Leon, la comida, el cafe, el pan de muerto, en cada esquina, era esta la noche de las fiesta en Mixquic.


Mixquic, es una metáfora de la naturaleza, de lo sagrado maravilloso su convento se levantó del fuego de la tierra, de la piedra volcánica. Los frailes mendicantes trajeron un corazón para evangelizar a los isleños de Mixquic, un corazón como emblema, el flechado, el de San Agustín. Ofrenda de sangre para un dios sangrante. para mi Mixquic no me resulta raro se asocie con la palabra miquiztli; que significa muerte o miquiz, morir. Despues de todo su escudo de  armas es una calavera.



Fue momento de partir de regresar a través de los umbrales uno por uno, con respeto, con miedo, no vaya a ser que me quede allí y la verdad aun no es momento, Mixquic será el mezquital, el Mictlán de Folk de la finitud, del paso de los vivos a la otra vida. Un pueblo que nació en una isla de Chalco para venerar a la muerte y para recibir a los visitantes del otro lado, y de todos los vivos que buscan lo mágico barroco del Día de Muertos.
 






















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