El silencio es luz primigenia,
en tu mano blanca se esparce
como caricia primera.
Tu presencia,
sobre mis ojos aturdidos de silencio,
sobre el recuerdo que susurra un sólo nombre:
el del temblor de la noche.
Tu silencio mortal sobre mis ojos ingrávidos,
sobre mi mano blanca y desposeída,
la ausencia toda adherida al recuerdo,
en el más antiguo dolor prendida.
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