viernes, febrero 10, 2017

Me asomo con cuidado al fondo del pasillo:
en la oscuridad diviso su perfil corcovado,
su andar pesado, tan extraño al día soleado,
su ventear ruidoso y sus ciegos ojos amarillos.
Me acerco con mucha cautela y miro su pelaje,
las huellas que el tiempo imprimió en sus manos;
su aliento antiguo, exhalado de fondo de pantano
y sus feos pies, marcados por caminos y por viajes.
Se me concedió verlo por un inexplicable arcano;
ahora ya veo sus manchas, y lo miro yo tan viejo
tan glotón, voraz, tan extraño a todo lo humano,
que de lo humano parece sólo un risible reflejo;
muy cerca ya, lo tengo ya al alcance de la mano
y me miro expectante, al fondo opaco del espejo.

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