estaba amarrada a un pesado sillón de madera, inmovilizada por cuerdas
puestas, sin duda, por un experto. No podía moverse ni un centímetro,
estando sus piernas bien separadas, dejando ver unos labios interiores
rosados y un pubis depilado. Sus tetas eran de regular tamaño, duras y
firmes, pero luego de tocarlas comprobé que eran naturales, sin
“rellenos”. No pude resistirme a pasarle los dedos por los labios
vaginales. Suaves y húmedos. Comencé el interrogatorio.
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