martes, marzo 28, 2017

Siempre dudaba con el primer latigazo, su mano temblaba mientras recorría el arco hacia atrás, pero cuando adelantaba su brazo para golpear, ya estaba completamente firme. Era una trenza de cuero de casi metro y medio con punta reforzada y hervida. No una simple fusta, un verdadero látigo. El primer chasquido resonó y dejó una línea roja de dolor llameante en su espalda.

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