Mis brazos están tan abiertos
que podrían desprenderse
del mi cuerpo a extremos distantes,
donde el eco tensado de palabras silbantes
cubre sexos yuxtapuestos
para hallar caminos y continuar
en mi mano de cuerpo ausente
una perla perdida en el mar
de esta piel kilométrica,
a la deriva de la lengua que te nombra
se seca en tu figura por tu ausencia,
eres mi sombra sin cama y un recuerdo que ata
tantas fantasías colgando de un nudo
en el corazón de los sueños olvidados,
soy un niño natural,
hombre natural,
fantasma natural,
Dios natural...
soy el pueblo errante,
una tierra prometida en el destierro de unos pasos,
ruge, mi ánimo, en su trono de rey,
pues el orgullo más que pecado es la costra de todo
lo que no se sabe querer,
si por mis miedos no me has esperado,
que caigan los astros,
la noche y el tiempo ligero para nunca volver.
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