Con toda esta vida me costumbre
a la nostalgia como se hace a la cerveza o a fumar
primero con mueca de disgusto, con el gesto arrugado y la amargura propia de vivir
en una eterna tarde de domingo;
luego, con la inercia con la que uno remueve un guiso
o besa a la nada después de ocho años de ausencias en las sabanas,
me santigüe a la tristeza, a una auténtica,
con aliento grosero, que te hace querer vivir deprisa deprisa deprisa,
soltar toda la adrenalina de golpe y envejecer de repente,
morir mareado, asomarse a la ventanilla de un tren en marcha
seguramente Mauricio murió, el mismo día en que nació,
mi imposibilidad de reprimir el deseo de vivir
era el motivo de mi apasionada cólera,
de mi anhelo suicida: llegar al destino lo antes posible,
trampear la naturaleza y su a veces, excesiva longevidad
siempre he sido un idiota un crío llenos de palabras,.
un olor putrefacto que se intuye tan levemente que te acostumbras a él,
como ese alimento podrido en la nevera
cuyo hedor lo impregna todo pero no consigues
identificar de dónde procede
corazón y alma, yacían ya en el cenicero después
de haber reposado entre mis dedos como un cigarro
la huida en círculo que te devuelve al lugar del que pretendías alejarte
desprenderse de carne y pellejo
del mismo modo en que lo haría de un traje de chaqueta y corbata,
mi evasión me hacía ser aún más humano,
desgraciadamente humano.
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