Hay miradas que siempre son moradas,
que contemplan la existencia en toda su pureza.
Y desde ese azul diáfano conoce el alma la belleza,
y se entrelaza a otra alma, y se funde
al color naranja, a ese rescoldo de luz y hojas
donde se transparenta el otoño, o un atardecer.
Azul y naranja, en súbita intimidad de gozo.
Esos ojos que aman, ese fuego
que arde en el alma.
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