¡Dios! Sólo quiero amarla,
y hacer de cada palabra un suspiro,
o una caricia, o un rubor, o una rosa.
Que en cuanto me lea me vea, y me crea,
y vaya desnudando mi vida, y mis poemas,
hasta llegar al amor con sus ojos,
y una vez allí que haga de mí lo que quiera.
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