Igual que hay terroristas suicidas que se colocan un cinturón de
explosivos y se inmolan procurando llevarse por delante toda la gente
que puedan, también se podría dar el caso de combatientes del Estado
Islámico (ISIS) que contrajesen voluntariamente la enfermedad del ébola
para difundirla por los países considerados enemigos.
Según algunos
expertos, en el contexto actual no se requiere demasiada preparación
para usar a una persona como portadora. Bastaría con que viajara a
países de África donde prolifere la enfermedad y una vez infectada
trasladarse al país elegido y allí interactuar con la mayor cantidad
posible de gente.
Según otros, la cosa no sería tan sencilla porque
los terroristas tendrían que esperar primero a ver si se contagian y
luego correr al país de destino elegido, además están los controles que
se realizan para detectar posibles portadores, y porque los terroristas
contagiados morirían rápido.
Casi sería más efectivo el método tradicional del cinturón de explosivos.
En todo caso, este tipo de ataques bioterroristas no sería una novedad
en la historia. Viene de lejos. Los asirios contaminaban los pozos con
el cornezuelo del centeno, un hongo que provocaba enfermedades entre la
población. Y ya en la Edad Media los ejércitos sabían propagar la peste
negra arrojando cadáveres infectados por encima de la muralla de la
ciudad sitiada.
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