Los cazadores de brujas a menudo identificaban las marcas de
nacimiento, las verrugas y otras manchas de la piel como marcas del
Diablo. Las presuntas brujas eran rasuradas por completo para poder
examinarles todo el cuerpo.
A parte de la marca del Diablo, los cazadores de brujas buscaban "marcas de bruja". Éstas eran menos graves (sólo la marca del Diablo indicaba un pacto especial), pero aun así podían ser fatales para la acusada. Se creía que todas las brujas tenían una. Cualquier mancha, como un lunar o una peca grande, podía identificarse como tal.
A veces, se decía que las marcas de bruja eran puntos de la piel que no sangraban y eran insensibles al dolor. Para hallarlas, los cazadores pinchaban con punzones a las presuntas brujas. Con frecuencia, éstos sólo recibían su paga si desenmascaraban alguna y muchos de ellos hacían trampas. Por ejemplo, usaban punzones especiales, similares a los cuchillos trucados que hoy emplean los prestidigitadores. El acerado filo se introducía en el mango al hacer presión sobre él y, de esta forma, no perforaba la piel.
A parte de la marca del Diablo, los cazadores de brujas buscaban "marcas de bruja". Éstas eran menos graves (sólo la marca del Diablo indicaba un pacto especial), pero aun así podían ser fatales para la acusada. Se creía que todas las brujas tenían una. Cualquier mancha, como un lunar o una peca grande, podía identificarse como tal.
A veces, se decía que las marcas de bruja eran puntos de la piel que no sangraban y eran insensibles al dolor. Para hallarlas, los cazadores pinchaban con punzones a las presuntas brujas. Con frecuencia, éstos sólo recibían su paga si desenmascaraban alguna y muchos de ellos hacían trampas. Por ejemplo, usaban punzones especiales, similares a los cuchillos trucados que hoy emplean los prestidigitadores. El acerado filo se introducía en el mango al hacer presión sobre él y, de esta forma, no perforaba la piel.
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