aunque el volcán me esté haciendo pedazos
no muero, porque he visto en las alturas
un verso caer como hojas de un árbol.
Lloré ayer. Cierta fue mi pena, ciertos
son los cristales rojos perforados,
ciertos los trozos de carne vidriosa
que lanzan aún rugidos de espanto.
Sedienta, hago castillos en el polvo,
resisto las palabras, los disparos
de la tradición. Me bebo huracanes:
soy un volcán mudo; en silencio, estallo.
Y veo en el fuego una mujer sola
y en el infierno cien cipreses altos
y veo en el suelo mil agónicas
mujeres, un millón de camposantos.
Yo no he venido a quejarme del mundo:
vengo a rasgarme la voz en un canto
por todas mis compañeras de tiempo
que se pudren entre miedos y agravios.
Guardo silencio, sí, pero no muero
aunque el volcán me esté haciendo pedazos
no muero, porque he visto en las alturas
un verso caer como hojas de un árbol.
son los cristales rojos perforados,
ciertos los trozos de carne vidriosa
que lanzan aún rugidos de espanto.
Sedienta, hago castillos en el polvo,
resisto las palabras, los disparos
de la tradición. Me bebo huracanes:
soy un volcán mudo; en silencio, estallo.
Y veo en el fuego una mujer sola
y en el infierno cien cipreses altos
y veo en el suelo mil agónicas
mujeres, un millón de camposantos.
Yo no he venido a quejarme del mundo:
vengo a rasgarme la voz en un canto
por todas mis compañeras de tiempo
que se pudren entre miedos y agravios.
Guardo silencio, sí, pero no muero
aunque el volcán me esté haciendo pedazos
no muero, porque he visto en las alturas
un verso caer como hojas de un árbol.
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