el
poeta Sa‘īd ibn Ŷūdī de Elvira, prototipo del caballero árabe, donjuán
empedernido, que se describe a sí mismo con los siguientes versos:
No hay cosas más agradables que:
beber del cuello de la botella,
dejando la copa en la bandeja;
la reconciliación tras los reproches
y enviar recados de amor con la mirada.
He recorrido, como corcel en carrera libre, el amor,
sin que los cambios de la suerte,
hayan frenado mi cabalgada.
No me ha doblegado la amenaza de la muerte en el combate,
como me ha doblegado el yugo del amor sobre mi cuello.
No hay cosas más agradables que:
beber del cuello de la botella,
dejando la copa en la bandeja;
la reconciliación tras los reproches
y enviar recados de amor con la mirada.
He recorrido, como corcel en carrera libre, el amor,
sin que los cambios de la suerte,
hayan frenado mi cabalgada.
No me ha doblegado la amenaza de la muerte en el combate,
como me ha doblegado el yugo del amor sobre mi cuello.
Y, sin embargo, es capaz de expresar también el amor cortés en su
tópico del amado desconocido y adorado de forma beckeriana, como a Dios
ante el altar:
Al oírte, el alma se me escapa del cuerpo
y mi corazón se consume de dolorosa tristeza.
He dado mi espíritu a YaGrafíahān y a su recuerdo,
aunque nunca la vi, ni me vio ella a mí tampoco.
Yo me considero ante su nombre, con los ojos en lágrimas,
como un monje que reza ante una imagen.
Al oírte, el alma se me escapa del cuerpo
y mi corazón se consume de dolorosa tristeza.
He dado mi espíritu a YaGrafíahān y a su recuerdo,
aunque nunca la vi, ni me vio ella a mí tampoco.
Yo me considero ante su nombre, con los ojos en lágrimas,
como un monje que reza ante una imagen.
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