viernes, marzo 08, 2019

Llamadme, si queréis, el zorro que ha perdido la cola; no soy sirviente de nadie
y he decidido vivir en las afueras de una aldea de montaña de Mallorca, católica pero anticlerical, donde la vida se rige todavía por el viejo ciclo agrícola. Sin mi cola, o sea, sin mi contacto con la civilización urbana, todo lo que escribo se leerá perversa e impertinentemente por aquellos de vosotros que estáis todavía engranados a la maquinaria industrial, ya sea directamente, en calidad de obreros, administradores, comerciantes o publicitarios, ya indirectamente, en calidad de funcionarios públicos, editores, periodistas, maestros de escuela o empleados de una empresa de radiodifusión. Si sois poetas, os daréis cuenta de que la aceptación de mi tesis histórica os compromete a una confesión de deslealtad que estaréis poco dispuestos a hacer; elegisteis vuestros trabajos porque prometían proporcionaros un ingreso seguro y la oportunidad de prestar a la Diosa que adoráis un valioso servicio a tiempo parcial. Os preguntaréis quién soy yo para advertiros de que ella exige un servicio de jornada completa o nada en absoluto. ¿Y acaso os sugiero que renunciéis a vuestros trabajos y, por falta de capital suficiente, os establezcáis como pequeños arrendatarios u os convirtáis en pastores románticos —como hizo Don Quijote cuando no pudo ponerse de acuerdo con el mundo moderno— en remotas granjas no mecanizadas? No, mi falta de cola me impide hacer cualquier sugerencia práctica. Solo me atrevo a hacer una exposición histórica del problema; cómo os las arregláis con la Diosa, no es asunto mío. Ni siquiera sé si os tomáis en serio la profesión de poeta.
Robert Graves, La Diosa Blanca

No hay comentarios.:

Publicar un comentario