martes, mayo 19, 2020

El Destino


Las Nornas tejiendo el Destino, a los pies del Árbol Mundo, de Arthur Rackman

 

Hoy he estado cosiendo, preparando objetos para realizar mi arte. Mientras daba cada puntada, que se repetía una y otra vez, he pensado en todo lo que aprendí sobre el destino, sobre la Vieja Europa, aquellos cultos matriarcalaes, aquellas mujeres sabías que tejían casi a oscuras a la luz del hogar.

 

En estos tiempos tenemos máquinas de coser. Son más rápidas, pero yo coso a mano todo lo que es para el oficio. Coser a mano te pone a prueba. Enhebrar la aguja; vencer la dificultad lumínica cuando el Sol se va yendo; coser un punto al lado del otro para que quede recto; poner contínua atención para que cuando termines quede pulcro. Porque cuando te sientas a coser y haces todo esto se refleja tu estado de ánimo, tu energía y vibración, como un espejo.

 

¿Recordáis viejos cuentos donde la arquetípica doncella tiene que coser toda la noche? Quizá con la máquina de coser hubiese terminado a tiempo. Pero no se trata de eso, no. Se trata de forjar tu espíritu, realmente trabajarlo, pasar los obstáculos y pruebas para recibir el gran tesoro, reencontrarte contigo mismo, con aquello que siempre has sido. Porque la vida te lleva constantemente a darte cuenta de esto, a aceptar tu naturaleza, tu luz y tu oscuridad.

 

Coser implica todo esto. Puedes coser, crear; y descoser, destruir. También puedes cortar el hilo. La antigua hechicería lo sabía bien. Existe la tradición de embrujar con nudos, de la que ya hablé aquí; de tejer redes entre las astas del stang donde queden atrapados espíritus o crear punto por punto una red que constituirá la situación necesaria para alcanzar el deseado objetivo.

 

Todo esto engloba nuestra existencia, el Destino.

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