Cuando ya no escuche cantos
me derrumbare con las tormentas
que tiran arboles y piedras cimentadas con el tiempo
inmortal…
y secare el mar llenándolo de silencio
cuando al rayo lo marchite y extinga su luz
los sauces chillaran ante el fuego de la pira fúnebre.
Nuestra mirada es nocturna y vacía
hiere a la esperanza por recordar la victoria del gusano
temblamos de arrastrar la mortaja,
nos recorren negras moscas el cuerpo
y nos besamos con la putrefacción
como cíclopes de amor enfebrecidos
al amarnos nos intentamos salvar de la muerte
u olvidarnos de la soledad de la sombra en el sepulcro.
Mi cuerpo hiede a la incertidumbre contenida
de las manos que no pueden sentir el calor
de otros cuerpos y claman mis ganas por recorrerte
vida de una forma sensual,
y mientras no tengo un motivo
espero alguien me hable de nuevo
y me grite que la eternidad
se puede contener en un beso
en un grano de arena donde se filtra la galaxia
que rompemos la tempestad
porque es muy frágil como la nostalgia de la flor
que podemos amanecer en la transparencia del aire
llegar al vertedero del sol…
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