Ya no escucho ni agudamente tus pasos
ni tus pisadas en el interior de mi cabeza
son punzadas de cuchillo envenenado
vamos ahí a caer
donde enterramos una hoja roja de árbol otoñal
y mi sangre se evapora
como si fuera agua en un infierno
cuantas noches mas tendré
que deambular entre callejones y lámparas
escuchando una música lenta y aguda
como un filo que entra directo en la sien
bajando desgarrando todo sin misericordia
y cuando termina no queda nada
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