PARA MORIR
Muerto el verano,
apoya su cabecita de niño sobre cojines de seda blanca.
Velamos su muerte anunciada,
huelen las velas a tarde de sol y contraventanas cerradas.
Sentados bajo la sombra fresca de los abedules
el sol anuncia su fugaz huída,
duele la tarde y esta luz del sur
que aun se musita, palidece.
Ninguna sombra de este último día
nos consuela de tanta mentira,
ningún cielo nos tapará las piernas durante esta larga velada.
No consolará nuestra pena la música de las adormideras
porque caen rodando río arriba
los escombros de las estrellas.
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