Anatomía II
En
situaciones particulares (cuando se está bajo la lluvia, se bucea, se
escucha música, se hace el amor o se sufre un dolor) uno comúnmente está
consciente sólo de su propia piel. Por supuesto, desde los tiempos
inmemoriales se sabe que ésta puede ser delgada (como una mañana
transparente), de un grosor mediano (parecido a un crepúsculo sosegado) y
una gruesa (como una noche nublada). De ello depende también el grado
de la sensibilidad humana. Mientras que a unos los aplasta hasta un copo
de nieve, otros sobreviven incluso bajo una granizada de meteoros.
Pero, mientras los primeros conocen el movimiento de una mariposa, un
rayo de luna o la pasión de un roce, para los otros todo eso resulta ser
un triste misterio desconocido.
Goran Petrovic
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