En toda experiencia del tiempo hay dos elementos principales. La
experiencia de la sucesión, por la cual las cosas aparecen y
desaparecen, y por lo tanto pasan; y por otra parte la experiencia de
una magnitud, por medio de la cual se pueden comparar las duraciones.
Sin embargo la razón de ser del tiempo no parece poder deducirse de su
posibilidad de medirse, sino que debe exponerse a partir de una
determinada concepción del ser, y el ser se caracteriza por mantener las
propiedades que lo determinan. Si se
intenta comprender el tiempo a partir de la experiencia del pasado, del
presente y del futuro, su aportación al ser es muy problemática porque
el pasado ya no existe y el futuro todavía no es; entonces el tiempo
está hecho de no-ser y de un presente inestable que no se deja atrapar
fuera de una anticipación de futuro o de una transformación en pasado.
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