Por seguir con Jorge Manrique, ya no es la muerte la que llama a la
puerta, sino nosotros los que la llamamos a ella. Es un cambio
copernicano, diría yo. Y ni aquí me considero con fuerzas para
reflexionar sobre su alcance. Quizá por eso, buscando refugio en lo
sagrado, lo llamamos ''sacrificar'
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