Bajo ti, majestad azul y tenebrosa,
sultana coronada
de sombrías estrellas, ataviada
en mar y en recuerdos,
allí se cruzan las olas heladas.
Tu diamante es la luna –
la llave de tu arco –
allí donde tu belleza se retrata, y a su lado,
tu mirada.
Y allí donde se pierde todo norte,
más allá de donde estoy,
todavía reinarás, poderosa,
tu dominio de siglos.
Viste caer, bajo la tela de tu traje,
de las almas más valientes
que han nacido.
Viste pasar por las calles de tu ciudad
insignificante e irresistible,
en ti entrañada y de ti engendrada,
una panoplia de almas marchitas,
un apoteosis de vidas y mirares.
Y allí estarás, donde te veo,
siempre sobre este puente, inalcanzable,
inaudita, inverosímil, insólita, inmuta, impertinente, imperturbable,
y yo, indigno de ser inspirado,
te miro,
respiro,
y te dedico estos versos.
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