Blanco tu corazón,
como los hilos largos de tu espera
que tejen y destejen las Hades griegas.
Abejas blancas zumban en el borde de tu razón
y anidan en el espejo blanco de tu abuela.
Sueñas, luego existes;
sin estilizadas metáforas mentales no hay reloj.
Equilíbrate sobre aquella lejanía líquida
que ahoga al viajero,
La ausencia es una masa de agua fría e inabarcable;
Vamos, haz tu acrobacia sobre la línea invisible del horizonte,
aquella frontera abstracta que de los sueños te separa.
¿Quién devoró aquel camino que hacia tu inconsciente te llevaba?
En puntillas avanzas;
A ciegas
A sabiendas que el camino se va haciendo corto,
estrecho;
Y que ha de desembocar precisamente
sobre todas tus distancias.
Y la ayuda llegó
No de la forma en que imaginamos la ayuda
Pero irrumpió en la habitación como un soplo cansado, con apenas impulso, con cansancio y pesadez, con lamentos fallidos, con fe perdida, de esa que encuentras en los corazones rotos.
La agradezco porque la necesitaba.
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