La muerte ha sido representada por un esqueleto que empuña una
guadaña con la que siega la vida de los hombres –inspirada en las parcas
griegas–, o con un haz de flecha y
arco, con el que lanza saetas e indica que día va a morir el elegido.
Otra importante representación es la de la muerte en un carro con el que
arrolla a los seres humanos, sin hacer distinción entre ellos. Esta
idea surgió en Europa, durante la peste negra o peste bubónica, en que
iconográficamente se representó a la muerte arrollando a los seres
humanos sin distinguir entre pobres, ricos, jóvenes, viejos, hombres y
mujeres, etc., o bien bailando con los miembros de la sociedad a
quienes, luego de esa macabra danza, se llevaba a la tumba.
La iconografía de la muerte como esqueleto se desarrolló en el siglo
XIII, y fue en el XIV cuando el esqueleto se estableció como la forma de
la muerte personificada. En el siglo XVI el personaje es representado
como esqueleto puro. La muerte arquera en nuestro país es un esqueleto
armado de arco y flechas, que es una reminiscencia macabra de Cupido.
Imágenes de ese tipo representan que la vida es fugaz, que nadie se
salva de la muerte y que el tiempo del arrepentimiento se acaba.
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