viernes, mayo 18, 2007

Love Will Tear Us Apart





18 de mayo de 1980. El cantante de una joven banda de rock llamada Joy Division se balancea ahorcado en la cocina de su casa en Manchester. Aquel día, Ian Curtis, alma atormentada de tan sólo 23 años, había visto una oscura película de Herzog y escuchado el disco 'The idiot' de Iggy Pop.

Curtis dejó escrita una nota en la que se podía leer: "En este momento quisiera estar muerto. No aguanto más". Estaba previsto que al día siguiente realizara con Joy Division su primera gira por EEUU.



Sucede con todos los héroes trágicos del rock, desde Brian Jones y Nick Drake hasta Kurt Cobain y Jeff Buckley: cada año que pasa desde su desaparición, el mito crece y nuevas generaciones reciben su influencia a través de quienes las tomaron de primera mano. Exactamente eso es lo que pasa en la actualidad con Ian Curtis, el cantante de Joy Division, quien se ahorcó en la cocina de su casa hace 27 años. Hoy, la semilla de la exhibición atroz que propuso en su breve carrera germina en bandas como Franz Ferdinand, Bloc Party e Interpol, cuyos integrantes iban al jardín de infantes (si es que ya habían nacido) cuando Curtis se suicidó mientras escuchaba The Idiot, de Iggy Pop. Y, por supuesto, esa semilla florece en Waiting for the Siren’s Call, el flamante retorno de New Order, el grupo que surgió de las cenizas de Joy Division para inventar el tecnopop.

La gente olvida que lo que los Sex Pistols iniciaron en 1976 no era solo "rock" sino algo mucho más sombrío, mucho más peligroso. Joy Division estuvo directamente inspirado por los Sex Pistols al iniciar uno de los viajes más oscuros de su tiempo. Viaje que sólo pudo originarse en la claustrofóbica Manchester; a finales de los 70s, tiempo de esperanzas traicionadas donde las sombras que parecían haber sido confinadas por el brillante fulgor del consumismo volvían reclamando venganza.

Independientes desde el principio, editaron sus dos LPs en un pequeño sello discográfico de su ciudad. Dos LPs perfectos. Curiosamente ninguno de los dos contiene los temas más recordados del grupo, que fueron editados en singles o posteriores recopilaciones. El diseño de los discos era austero: no había fotos de la banda, comentarios, advertenciasni letras. No eran necesarios tampoco.

Para quienes los vieron en vivo, el recuerdo perdura inolvidable. Su sonido llegó a ser descripto con palabras como "cosas horribles talladas en un marmol negro" o "una indescribible belleza en la absoluta fealdad". Ian Curtis era su guia, el visionario que apoyado por los demás miembros -Stephen Morris en la bateria, Peter Hook en el bajo y Bernard Albrecht/Sumner en la guitarra- se proyectaba a lo desconocido.

La experiencia y producción de Curtis suele ser asimilada -junto con la de Jim Morrison o William Burroughs, por ejemplo- a la figura del poeta maldito; aquel que desordenando sus sentidos, y perdiendose en sí mismo, intentaba ver el mundo con ojos reales. Esta misma lectura intenta asociar la violenta presencia escénica de Curtis y la oscuridad de sus textos con cierto ideal romántico de la muerte joven para explicar su suicidio en 1980. No es mi intencion aportar a esa teoría. En palabras de Jon Savage, el poder de Joy Division reside no en una biografía programática sino en una intuitiva navegacion entre la oscuridad y la luz. Como todos los grandes grupos pop, simultaneamente encerraron ambos extremos en sus canciones: la violencia del punk, letras angustiantes y una voz profunda junto con el sonido sintetico del pop europeo -camino que continuaria, tras la muerte de Curtis, New Order, el grupo pop de pasado oscuro. Pero por sobre todas las cosas, Joy Division desarrollo un concepto ambiguo, una suerte de clacisimo moderno. Y en eso triunfaron: Ian Curtis y la banda que murio con él alcanzó la inmortalidad manteniendo su poder de fascinacion. Como la Velvet Underground o The Doors antes, la musica de Joy Division influyó (e influye) a músicos tan dispares como Trent Reznor, Moby o los argentinos Sumo y Los Siete Delfines.

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