Hablar de permanencia es hablar de una renovación constania, y hablar de renovación es aludir también a un envejecimiento tácito. Todo lo que debe permanecer tiene que renovarse, no hay existencia que escape a esta dialéctica del tiempo: las cosas, las ideas y los hombres, incluso los dioses, de un tiempo a otro ya no son los mismos. Y de todo lo que fue sólo queda la nostalgia como un resplandor agonizante del pasado, y más allá de la nostalgia, las ruinas, la caducidad irreversible. Muchas veces el hombre siente la necesidad de avivar ese resplandor, volverlo fuego que ilumine los días del presente, y es entonces cuando se atreve a perpetrar una renovación. Toda renovación es actualización de algo, reformulación, replanteamiento. Toda renovación consiste en alimentar con elementos del presente a las pavesas de un resplandor del pasado, arrancarlo de la nostalgia y traerlo a la realidad para usufructo propio y de los demás.
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