miércoles, junio 08, 2016

Es increíble el tono utópico de este texto ante los días que corren. Uno pensaría que pocas veces tuvimos tantas opciones como ahora, pero resulta que sólo estamos al tanto del abanico de vidas que no queremos vivir (padecer) por saberlas al riesgo de la supresión por parte de este régimen práctico y simbólico en el que estamos. Veo la respuesta de otras generaciones, sobre todo gente que pasa de los 35-40, y envidio la determinación y la rabia que los movía y empuja todavía a no ser totalmente subordinados a este mundo empobrecido de experiencia. Escucho a la gente quejarse, pero siguen prestando sus potencias a una red de instituciones ante las cuales se saben víctimas, pero nos conformamos con el corral en el cual se nos permite gozar ya castrados nuestros deseos. Guattari dice: «Ya no podemos soportar que se nos robe nuestra boca, nuestro ano, nuestro sexo, nuestros nervios, nuestros intestinos, nuestras arterias… para hacer las piezas y las labores de la innoble mecánica de la producción del capital, de la explotación y de la familia.», pero lo hacemos, lo permitimos más que nunca: hoy día todo el mundo quiere una familia: con sus espos@s, los hijos que entregarán a esta tradición de atropellos, sus mascotas convertidas en personas decentes y hasta piadosas. La familia se ha colado hasta ahí donde el deseo era, en otro tiempo, un acto creador de potencias subversivas y joviales. Somos la tía, hermana o madre de nuestras amigas jotas, ¡cómo sí los cuerpos sólo pudieran pasar por ese régimen de inscripción! Ante la posibilidad de una relación afectiva cifrada en términos menos objetivantes, siempre volteamos a ver primero en qué medida la apertura mina nuestra propiedad privada. Generalmente trato de mantenerme al margen del discurso de la denuncia crítica porque me parece un tanto trágico y otro tanto neutralizado, pero hay días, como este, en el que me causa algo intermedio entre la nostalgia y el asco, ver lo fresas y mutuo-persecutorios, lo subordinados y cómodos que estamos con este mundo. No siempre creo en otro mundo de posibles, hay tardes en las que sólo veo la proliferación de cuerpos y deseos tan bien castrados que ya no les importa saber con certeza a qué Amo sirven.

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