Cautivos en una habitación se quedaron
rostros murmurando el nombre
del último muerto,
se me pierde la mente contemplando el techo de ese rincón
me duelen los brazos como si no estuvieran unidos al cuerpo,
las rodillas sangrantes son dulces para los perros callejeros
no existen ya los gritos ni las lágrimas,
pero llueve como si el cielo enviara una tormenta perfecta
para abrazar la tristeza,
el agua limpia la piel y la poca razón,
ser sólo un alma que el viento lleva
ladrón de instantes que viviré por momentos,
siempre regresare… a lo que será...
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