martes, noviembre 28, 2017

Tengo a la furia corriendo dentro de los sueños. Despierto y casi puedo ver tu rostro malicioso diciéndome que te soy prescindible, diciéndome que te olvide porque todo tiene que recomenzar. Que el mundo se rige por procesos. En mis sueños tú no sabes mi nombre, no importa cuántas veces me llames ahora, Vera, al final del pasillo de esta casa. Yo no existo, soy un mueble que se pudre en un lugar, siempre. Y tú mirándome así, cumpliéndome deseos. Entregándote tan aparentemente. ¿Qué será de esta casa cuando te vayas? Mis manos casi están amputadas por la sombra. No puedo tocarte.
Aquí no hay luz.

Quiero llegar a esa isla, nadando, sintiendo en los huesos el frío de un olvido total.
Esta noche los ojos se inundaron, Tú me abandonabas como tantas veces. Me despertó el llanto atravesado en la garganta y tu mano sobre los hombros.
– No llores, aquí estoy.
Y yo era un niño pequeño implorando que me aguardaras, que me metieras en ti, que me dejaras ahí.
-No me dejes. No te vayas. No te quedes. No comiences. No me ames, ¿para qué? ¿qué soy yo? Inútil explorador que busca luces en islas perdidas, que busca hielo en tierras de fuego, que busca brazos para un cuerpo insustancial.
No importa cuánto me quieras. Retráctate, qué encuentras en este templo de cenizas, en esta carne consumida por un par de imágenes desoladoras. ¿No ves cómo me jalan los recuerdos? ¿No ves cómo no puedo creer en la bondad? ¿No ves que mis sentidos se niegan a volver de ese viaje sin retorno que emprendieron para dejarme sentir nada más que dolor, hambre y frío? ¿O sí? ¿Qué era antes de esta bombilla cercenada que me enseña el fin de un laberinto recorrido inútilmente?
Vengo a tus brazos, tengo las ganas provistas de un marinero, de un explorador impertinente
que encuentra monstruos en todos los viajes. Eres el relámpago que me sacó de la oscuridad en un camino inexplorado. Y yo, primer contrincante de ese marino que soy, estoy cansado.
Voy hacia ti, Vera, como yendo a todas las partes que debo, como venciendo para siempre y como nunca todos los abismos que existen, como leyéndote y descifrándome, como si en realidad nada pasara en el mundo más que esto. No hay nada en el mundo más que esto.
¿Qué más me dan las luces, los faros, las islas, los caminos? Ir, a todos lados, todo el tiempo. Con estos pasos torpes que se acostumbraron a recorrerse solos. Llévame. Llévame…

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